Ser Lasallista


Ser lasallista.. ah que maravilla, no se si a ti te pasó igual pero fue en La Salle, cuando sentí por primera vez filiación por algo, ese sentimiento de sentirte parte de un grupo, de una ideología común, ser parte de algo grande.

Aun recuerdo a un profesor de ahí que decía, que aún cuando camines… la gente se de cuenta que eres de la salle. Ahora lo entiendo bien, en cada paso que demos por la vida, que se note que somos lasallistas.

Y es que no hay que esperar hasta el momento de una gran obra para participar, un grupo por más numeroso que sea, pierde fuerza, se diluye su imagen si no se expresa en los mínimos detalles. Si sus miembros no reflejan una imagen común que les caracterice, pierden rostro… se vuelven nada.

Para mí, ser lasallista es ser noble y acomedido con lo que me rodea, pese a todo… puede significar hacer un donativo a la causa… trabajar “pro bono” para quien lo necesita, si, pero también va desde cosas tan simples como regalarle una sonrisa a esa persona que se ve que va enfurruñada, con algún problema por la calle.

Para mi, ser lasallista, es ser generoso en todo… hasta conmigo (que a veces, eso cuesta)…

La Paz


Cuando pensamos en la Paz, lo primero que se nos ocurre es la ausencia de guerra. Pero la Paz es mucho más que eso.

Así como la Siembra comprende una suma de tareas que incluye preparar la tierra, delinear los surcos, seleccionar las semillas, elegir el momento oportuno, hacer acopio de los materiales y herramientas que se van a utilizar, y no solamente el hecho de introducir las semillas en la tierra, la Paz también implica muchas cosas.

La Paz implica preparar el terreno para que no surjan circunstancias que la puedan poner en peligro.

La Paz necesita de la tolerancia, de la justicia, de la igualdad, de la solidaridad, y también de la responsabilidad de los gobernantes, quienes tienen el destino de los pueblos en sus manos, para tomar decisiones acertadas que hacen al bien común.

La Paz se nutre de las buenas intenciones, de la educación, de la comunicación, del compromiso, del respeto.

La Paz se hace presente en cada momento del día, en el pan en la mesa, en la dignidad del trabajador que gana su sustento honradamente, en el trato cordial de un empleado público, en los jóvenes que se preparan para ser personas de bien, en el vuelo migratorio de las aves, en un niño que aprende a cuidar un árbol, en un abuelo que sonríe, en la primera siesta de un bebé, en la evolución del ser humano hacia su destino superior, en el progreso de la ciencia aplicada a la sanación, en el respeto por la Madre Tierra, por lo sagrado, por el río, por nuestros hermanos animales, por los primeros habitantes de estas tierras, por nosotros mismos...

Todo eso es La Paz...

Y tantas cosas más que podemos descubrir a cada instante... si tenemos la suerte de poder vivir en Paz.


La Sociedad


La sociedad es la cuna del ser humano. Es por medio de ella, que nosotros, podemos desarrollarnos como tal; ya en la antigüedad, se tomaban muy en serio el tema de la sociedad, y fue así como Aristóteles, en la antigua Grecia antes del nacimiento de Cristo, manifestaba de que el hombre era un ser social por naturaleza. Ya que éste, es un ser perfectible y necesita de la sociedad para perfeccionarse. Aparte, somos seres dignos, por lo que somos un fin en sí mismo y no tan solo un medio, por lo que la sociedad nos debe tratar con dignidad. Por esto la sociedad está hecha para el hombre; sin ir más lejos no debemos olvidad que somos nosotros quienes la conformamos. Pero toda sociedad, debe tender al bien común y no al bien público, lo que el mismo Aristóteles manifestaba. Esto, ya que el bien público, es el bien de muchos, pero no de todos. En cambio, el bien común, es lo justo para todos. Como somos seres únicos y dignos, merecemos el todo, pero ese todo, debe de ser, para todos. O sea, cada integrante de la sociedad, debe recibir ese todo. Por lo mismo, el fin último de toda sociedad, según esta corriente de pensamiento, es el bien común. Postura que también defendió Santo Tomás.

Muchos tratados han sido escritos, en nombre de la sociedad. Uno de los que más fuerte marcó, el rumbo de la sociedad, fueron los contractualistas. Aquellos autores, como Jobbes, que pregonaban el contrato social. O sea, que el hombre no era un ser social por naturaleza, sino que por necesidad. Ya que el hombre requería del Estado, para salvaguardar la propiedad privada. Ya que a veces, llegaba el punto, en que el resto de los ciudadanos, no respetaba lo ajeno. Principalmente los bienes muebles, por lo que el ser humano, requería del Estado para que los protegiera. Por lo mismo, se firmaba un acuerdo o contrato tácito, en el cual se cedían ciertos derechos, en pos de que el Estado, cuidara de la preservación, de la propiedad privada. Esta teoría, fue sumamente controversial en su época, ya que echaba por tierra las teorías clásicas de sociedad.

Pero más adelante, acercándose al siglo XXI, se volvió a las ideas más clásicas, defendiéndolas y postulando nuevamente, de que el ser humano es un ser social por naturaleza. La sociedad, le es algo propio, por derecho y no por un contrato. Pensemos, en una persona, que no cuenta con bienes. Por ende, bajo la postura de Jobbes, aquella persona, no es parte de la sociedad. Es ahí, que se retoma la idea, de que somos seres dignos de manera intrínseca. Por lo que merecemos ser parte de la sociedad.

De la misma forma, recorriendo las variadas definiciones para sociedad, podemos decir que es todo grupo humano que comparte un mismo lugar geográfico. En el cual, las creencias, la cultura, la religión y la historia, se comparten de manera común. La sociedad en sí, es parte de los estudios de la Sociología, Antropología y otras ciencias. Las cuales estudian tanto al ser humano, como ser y a la sociedad, como un conjunto de seres. Es por lo mismo, que estas ciencias pueden imprimir fotografías clarificadoras, de aquello que ocurre en una sociedad, mirando un espacio de tiempo determinado.

Otra forma de ver a la sociedad, es la agrupación de personas, detrás de una organización comercial o sin fines de lucro. En el primer caso, podemos ver las sociedades anónimas o las limitadas. En el segundo, las corporaciones y las fundaciones. Pero esto es materia de otros artículos, que podremos ver en la sección de negocios.


Testimonio de Dios

El testimonio de Dios es la expresión fiel de su persona, carácter y voluntad aquí en la tierra. Aquello con lo cual él puede identificarse perfectamente, sin posibilidad de distorsión o deformación alguna. En el Antiguo Testamento dicho testimonio estaba asociado con tres elementos principales: la tablas de la ley, el arca del pacto y el tabernáculo. Todos ellos, de acuerdo con la naturaleza simbólica del antiguo pacto, eran elementos de carácter eminentemente físico y prefiguraban las realidades espirituales y eternas del nuevo pacto.

Los elementos del testimonio

Las tablas de la ley constituían el primer elemento de dicho testimonio. En ellas Dios escribió sus mandamientos para Israel. Mandamientos que expresaban fielmente su naturaleza y voluntad divinas. De este modo, si un israelita deseaba conocer a Dios, debía acudir a las tablas de la ley para encontrar el testimonio de Dios acerca de sí mismo.

El segundo elemento era el arca del pacto. El diseño completo de ella fue entregado a Moisés por Dios: una caja de madera de acacia, revestida de oro por dentro y por fuera, cuya tapa era también una cubierta de madera bañada en oro, sobre la cual se encontraban dos querubines de oro puro, que se miraban de frente y cuyas alas se tocaban en el extremo superior. Dicha cubierta fue llamada el propiciatorio, sobre ella se efectuaba la expiación y desde allí hablaba Dios con Moisés. Además, en el interior del arca se guardaron las tablas del testimonio. Así, el arca fue llamada también “el arca del testimonio”, pues sobre ella reposaba la presencia del Dios de Israel, “que mora entre los querubines”. Por tanto, Dios se identificaba a sí mismo con las tablas de la ley y con el arca del pacto que las contenía.

Finalmente, Dios mandó erigir un tabernáculo en cuyo interior fue depositada el arca del testimonio. Ahora bien, cada uno de los detalles del tabernáculo, sus medidas, materiales, adornos y utensilios fue diseñado por Dios y revelado a Moisés en el monte Sinaí, con la solemne advertencia: “Mira que hagas todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monte”. Nada fue dejado a la iniciativa o improvisación humanas. Y, puesto que el arca del testimonio estaba allí, fue llamado también el “tabernáculo o tienda del testimonio”. Dios habitó en él, en medio del pueblo de Israel. Tablas, arca y tabernáculo constituían una sola unidad que representaba el testimonio de Dios sobre la tierra. Por tanto, cualquier hombre que deseaba hallar a Dios, debía dirigirse hacia aquella unidad testimonial.

Ahora bien, todo lo anterior era tan sólo una figura del misterio de Cristo y la Iglesia. Las tablas de la ley y el arca del pacto representaban a Cristo, mientras que el tabernáculo era una figura de la iglesia, el verdadero templo de Dios. Cristo es el verdadero testimonio de Dios, pues en él Dios se ha expresado a sí mismo de manera plena, perfecta y definitiva. Quien ve a Jesucristo ve a Dios. Sin embargo, al igual que en el antiguo pacto, Dios ha establecido que su Hijo sólo puede ser hallado en el interior de su tabernáculo, que es ahora la iglesia. Pues Cristo habita en el corazón de todos los hijos de Dios. Ellos llevan el testimonio dentro de sí mismos (1Jn.5:10), al igual que el tabernáculo de Israel en el desierto llevaba dentro de sí el arca del pacto.

Las condiciones para el testimonio

Sin embargo, existe una profunda e importante lección espiritual en la figura del arca y el tabernáculo, y la relación que existía entre ambos. En estricto rigor, el testimonio de Dios se encontraba ligado incondicionalmente al arca y a las tablas. Por ello, fueron llamadas simplemente “el testimonio”. El tabernáculo, en tanto, representaba el testimonio de Dios de una manera condicional y derivativa, verdad simbolizada en la persistente advertencia divina con respecto a la obra de su edificación: “Mira que hagas todas las cosas conforme al modelo que te fue mostrado en el monte”. En todo ello había una enseñanza fundamental. Pues el tabernáculo o santuario fue destruido y recontruido a lo menos cuatro veces durante la historia de Israel. Y esto fue así debido a que la fidelidad de Dios hacia su santuario dependía de la fidelidad del pueblo hacia Dios, su palabra y su pacto, simbolizados en el arca y las tablas.

De hecho, cuando Israel entró en posesión de la tierra prometida, el tabernáculo fue erigido en una ciudad llamada Silo. Pero, más tarde, debido a la desobediencia de Israel, fue abandonado por Dios: “Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios... Lo oyó Dios y se enojó y en gran manera aborreció a Israel. Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda que habitó entre los hombres” (Sal.78:56-60). Silo fue puesto a un lado y el arca fue llevada a Jerusalén: “Andad ahora a mi lugar en Silo, donde hice morar mi nombre al principio, y ved lo que hice por la maldad de mi pueblo Israel” (Jer.7:12). De este modo, en la historia de Israel hallamos que la relación de Dios con el tabernáculo (que luego sería reemplazado por el templo) tuvo siempre un carácter condicional.

Por otra parte, Dios se encontraba identificado incondicionalmente con el arca del testimonio (que contenía, a su vez, las tablas), y esto se puede ver claramente en el incidente con los filisteos, relatado en el libro de Samuel. Debido a la apostasía, los israelitas fueron derrotados y el arca del pacto tomada cautiva por los filisteos. No obstante, aunque Dios no defendió a los israelitas, con todo, sí prestó su defensa al arca, derribando al ídolo de Dagón y llenando a los filisteos de tumores (1Sm.4-5). Pues él se se identificaba a sí mismo con el arca y quien tocaba su testimonio, lo tocaba a él, cualquiera que fuese el estado espiritual de la nación (vgr. el ejemplo de Uza, en 2Sm. 6:6-7). Por ello, a diferencia del santuario, hubo tan sólo un arca del pacto en la historia de Israel.

Encontramos aquí, como se ha dicho, una profunda lección espiritual sobre la relación entre Cristo y la Iglesia. El testimonio de Dios se encuentra eterna e incondicionalmente unido a su Hijo, Jesucristo, quien es la perfecta expresión de su persona, carácter, palabra y voluntad. O, en palabras de Hebreos: “el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia”. Él es el eterno e inconmovible testimonio de Dios. La iglesia, en tanto, está llamada a convertirse en el testimonio de Dios sobre la tierra, pero a condición de mantenerse fiel al modelo celestial, esto es, a Jesucristo.

Dios requiere un testimonio propio en la tierra para expresarse a sí mismo y llevar a cabo sus propósitos. Y dicho testimonio se encuentra allí donde descansa el arca de su testimonio, vale decir en su tabernáculo, templo o santuario de reunión. Y este santuario, que en el antiguo pacto era un lugar físico y material, es el único lugar donde su testimonio puede ser hallado. Mas, este no es un asunto opcional, pues Dios mismo diseñó y estableció el santuario que habría de contener su testimonio.

Sin embargo, los antiguos israelitas cometieron una gran equivocación al respecto. Ellos llegaron a pensar que la sola presencia física del templo era una garantía suficiente del repaldo y la presencia de Dios en medio de ellos. Pues el templo contenía el arca del testimonio y las tablas de la ley. Y a ellos les parecía que la relación entre ambos era incondicional. Pero Dios, por medio de sus profetas se encargó persistentemente de advertirles acerca de su error. Pues, si ellos no se conformaban de corazón a su pacto, el templo no les valdría de nada y Dios retiraría de él su testimonio: “Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: Mejorad vuestros caminos y vuestras obras, y os haré morar en este lugar. No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová es éste... Haré también a esta casa sobre la cual es invocado mi nombre y en la que vosotros confiáis... como hice a Silo” (Jer.7:3-4,14). Y así en verdad ocurrió. El rey Nabucodonosor vino y arrasó el templo por completo, pues Dios ya se había apartado de en medio de ellos.

A partir de ese momento, no hubo ya un lugar sobre la tierra donde Dios pudiera ser hallado ni con el cual pudiera ser identificado. El arca desapareció y la Escritura guarda un completo silencio acerca de su paradero, pues el testimonio de Dios había sido retirado de la tierra. Mientras el templo estuviese en ruinas, el arca no tenía un lugar donde reposar.

El tabernáculo, como figura de la iglesia, nos muestra que la condición esencial para que ella pueda ser la expresión de Dios sobre la tierra es su fidelidad y conformidad permanente “al modelo que ha sido mostrado en el monte”. Dios se ha propuesto revelar la plenitud de su gloria y voluntad por medio de la iglesia, pero para ello los santos deben primero conformarse al modelo celestial. Y dicho modelo se encuentra prefigurado en el arca del testimonio, que nos habla de la absoluta centralidad y supremacía de Cristo y sus palabras entre los creyentes.

Este es, en verdad, el asunto esencial para la iglesia. En ella no hay lugar para nada que proceda de la inventiva, creatividad o habilidad meramente humanas. Y tampoco hay lugar para el gobierno, la dirección y las estrategias del hombre. No importa cuán buenas, útiles y eficientes nos puedan parecer. La iglesia es el lugar donde sólo la voz del Espíritu debe ser oída y obedecida. Todo esto lo encontramos, una vez más, en la figura del tabernáculo, pues se nos dice que una vez erigido: “...Una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo. Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas; pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba. Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas” (Ex.40:34-38). Por esa razón, el apóstol Pablo nos enseña que la iglesia es edificada conjuntamente para morada de Dios en el Espíritu.

Esto explica el fracaso de la cristiandad en manifestar al mundo el testimonio de Dios. Pue él no se identifica con nada que sea menos que Cristo. Ni siquiera con “la iglesia” si ésta se aparta de su fidelidad a él. No importa cuánto afirmemos nuestra identidad de “iglesia de Cristo” y nos apoyemos en nuestra historia, enseñanza y conocimientos. Si nuestra experiencia presente no se encuentra arraigada total y absolutamente en Cristo, bajo la dirección exclusiva de su Espíritu, entonces nos encontramos en peligro de perder su testimonio y acabar en la ruina espiritual. Por cierto, podremos seguir adelante con nuestras formas y actividades exteriores (tal como el tabernáculo de Silo), creyendo que aún somos parte del testimonio de Dios, pero todo resultará vano, estéril y vacío.

El testimonio a través de la historia

La relación entre Cristo y la iglesia es íntima y vital. En verdad, como realidad celestial, ella se encuentra totalmente escondida y guardada en Cristo, más allá de toda la ruina y el fracaso. Pero en cuanto a la expresión y manifestación histórica y visible del misterio de Dios, su testimonio ha estado en ruinas la mayor parte de la presente edad. Quizá durante los primeros 150 a 200 años de su historia hubo sobre la tierra iglesias que expresaban fielmente el testimonio de Dios, pero luego, con el advenimiento de Constantino dicho testimonio quedó en ruinas debido a la mezcla de la cristiandad con toda suerte de elementos de naturaleza puramente humana y mundana. Desapareció la sencilla, familiar y cristocéntrica iglesia local, que tenía a Cristo por única cabeza, para dar paso a una compleja, organizada y jerárquica iglesia mundial, controlada por una poderosa y especializada institución clerical.

Sin embargo, las semillas de toda esa deformación comenzaron a sembrarse tempranamente, a fines del siglo primero, cuando las iglesias comenzaron a alejarse de Cristo y su absoluta centralidad y preeminencia. A partir de entonces, el testimonio de Dios fue quedando restringido a un grupo cada vez más pequeño de hombres y mujeres fieles, que procuraron guardar las palabras de Dios y el testimonio de Jesucristo a través de una indecible oposición, adversidad y sufrimiento, aun durante la épocas más oscuras de la historia cristiana. Y a través de ellos, y debido a su constancia y fidelidad, la antorcha nunca se apagó del todo y sobrevivió a menudo ignorada, despreciada y aún perseguida por el resto de la cristiandad institucionalizada.

El remanente del testimonio

Dios siempre se ha reservado un remanente escogido por gracia, para mantener en alto su testimonio, y llevar adelante su propósito eterno sobre la tierra. Así ocurrió a lo largo de toda la historia de Israel y así ha ocurrido también durante la historia de la cristiandad hasta nuestros días. Dicho remanente no está en absoluto constituido por alguna clase especial y selecta de cristianos, sino simplemente por creyentes normales de acuerdo con los patrones del Nuevo Testamento, en tiempos de crónica anormalidad. Ellos simplemente hacen suyo el testimonio y la tarea que otros han abandonado, y buscan vivir de acuerdo con la norma revelada en el Nuevo Testamento para la iglesia, es decir, conforme al modelo celestial.

Pero también, para dicho remanente existen sombríos y formidables peligros, pues la furia del príncipe de este siglo hace de ellos su blanco principal (Ap.12:17). Por todas partes intentará seducirlos, tentarlos y oprimirlos para apartarlos de su testimonio y sincera fidelidad a Cristo. Una y otra vez serán tentados hacia el exclusivismo, el sectarismo y el orgullo espiritual de sentirse superiores y distintos al resto de sus hermanos. Una y otra vez intentará infundirles una secreta autocomplacencia consigo mismos y sus logros espirituales. Y si tiene éxito, muy pronto comenzarán a desligarse de Cristo para centrarse cada vez más en sí mismos, su historia, su mayor comprensión de las verdades espirituales, sus enseñanzas especiales y distintas, sus grandes líderes y sus éxitos del pasado. Entonces el candelero también se apagará para ellos, pues separada de Cristo, “la iglesia” no es nada más que una institución humana, vacía de la vida divina. No importa cuán bíblica parezca en sus enseñanzas y formas exteriores. He aquí la lección que aprendemos mirando la historia del tabernáculo y el templo.

Esta ha sido en verdad la trágica historia de todos aquellos que en el pasado han sido levantados por Dios para mantener en alto la antorcha del testimonio. Y es, por tanto, el desafío en la época presente para todos aquellos que desean volver de todo corazón al testimonio de Dios y reedificar su iglesia “conforme al modelo que fue mostrado en el monte”. Dicho modelo es Cristo; esto es, su persona gloriosa, en toda su centralidad y supremacía. No podemos, ni debemos, ignorar jamás este hecho. Pues nuestra salvagurda y victoria sobre Satanás se encuentra en mantenernos unidos vitalmente a él, dependiendo de él y siendo enfrentados una y otra vez por el Espíritu con él, para descubrir nuestra medida de conformidad o disconformidad con su persona. Pues la iglesia no es otra cosa que él mismo expresado corporativamente en la tierra. Todo lo que sea menos que Cristo no es parte de la iglesia que él está edificando hasta el fin de los tiempos. Y en nuestra capacidad para comprender u olvidar este hecho decisivo se encuentra la medida de nuestro éxito o fracaso en mantener vivo el testimonio de Dios sobre la tierra.

La Cuaresma

CONOZCAMOS NUESTRA FE CATÓLICA
(3)

La cuaresma y Semana Santa

- Los católicos celebramos en estos días ¨LA
CUARESMA Y LA SEMANA SANTA¨.
Recordamos la pasión y muerte de Jesús .
- ¿Sabes? Lo más importante en estos días de
Cuaresma es que te ¨CONVIERTAS¨.
¿ Y qué significa convertirse ? Convertirse
es ¨cambiar¨, luchar por quitarte lo malo, lo que ofende a Dios . Convertirse es también tratar de ser cada día mejor en todo lo que haces.

¿QUÉ ES EL MIÉRCOLES
DE CENIZA?

- La CUARESMA empieza el MIÉRCOLES DE CENIZA ; este día vamos a la Iglesia para que el Padre nos haga con ceniza una cruz en la frente y diga ¨Conviértete y cree en el Evangelio ¨ .
¿ Por qué hacemos ésto los católicos ?
- Esta costumbre es para recordarnos que todos algún día hemos de morir y que nuestro cuerpo se va a convertir en polvo.
- Esto también significa que todo lo ¨material ¨, como nuestra casa, la comida y las cosas que
tenemos, se acaba, y lo único que nos llevamos de este mundo es ¨ LO BUENO Y LO MALO QUE HAYAMOS HECHO ¨ en nuestra vida.
¿ QUÉ ES LA CUARESMA ?
En la cuaresma recordamos los 40 días que Jesús pasó en el desierto rezando y sin comer para prepararse antes de salir a predicar.
- Cada año Dios te ofrece la Cuaresma como un tiempo especial para tres propósitos:
1) Arrepentirte de tus pecados
2) Hacer penitencia.
3) Convertirte.
1) ARREPENTIRTE DE TUS PECADOS :
- Es tiempo de pensar:
¿ Qué pecados he cometido ?

- Que de verdad te duela haber ofendido a Dios que ha sido tan bueno contigo.
Es tiempo de arrepentirse y pedir perdón.
- Si tus faltas son pequeñas, basta con que tú solo le pidas perdón a Dios y le digas que vas a luchar duro para no volverlo a hacer.

- Si tus faltas son graves, debes hacer una
CONFESION ; busca al Sacerdote, él es
quien puede darte el perdón de Dios.
- Recuerda que Dios te ama muchísimo y que
siempre te perdona.
2) HACER PENITENCIA :
- Si de verdad te duele haber ofendido a Dios, puedes REPARAR tus faltas, puedes purificar tu alma haciendo sacrificios.
¿ Qué es hacer un sacrificio ?. Es ofrecer a Dios , porque lo amas, cosas
que te cuesten trabajo, como por ejemplo:
no comer algo que querías, ayudar a otro en su trabajo, ser amable con el que te cae gordo,etc. Cada uno escoge lo que más le cueste.
- En estos días de cuaresma piensa cada mañana:
¿ Qué sacrificio voy a ofrecer hoy a Dios ?

3) CONVERTIRTE :
- Convertirte es cambiar. Dejar de una vez por todas lo malo y buscar ser mejor.
¡ Si quieres cambiar, ahora es cuando !
Para cambiar de verdad, es muy importante que hagas buenos propósitos, que pienses cuales cosas concretas quieres cambiar y luego, cada noche, revises si cumpliste, verás como vas mejorando.
- Reza mucho... pídele a Dios su ayuda para cambiar. ¡ Con la ayuda de Dios, puedes lograr cualquier cosa !

AYUNO Y ABSTINENCIA :
- Durante la Cuaresma, la Iglesia nos pide dos sacrificios especiales :
1) AYUNAR --- es decir, hacer una sola comida fuerte al día , el miércoles de ceniza y el viernes santo.
El ayuno obliga a todas las personas de 18 a 59 años.
2) GUARDAR ABSTINENCIA --- es decir, no comer carne todos los viernes de cuaresma.
El no comer carne puede sustituirse por un sacrificio todo los viernes de cuaresma.
La abstinencia obliga desde los 14 años.

¿QUÉ ES SEMANA SANTA?
- Al final de la cuaresma los católicos celebramos la Semana Santa, en la que recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
- La Semana Santa comienza con el DOMINGO DE RAMOS, este día recordamos cuando Jesús entró a Jerusalén y todo el pueblo lo alabó como Rey. Este día, los católicos
llevamos palmas a la Iglesia , como los judíos en tiempo de Jesús, para que las bendigan.

EL JUEVES SANTO :

- El jueves de la Semana Santa, recordamos el día que Cristo tuvo la ULTIMA CENA con sus apóstoles. Esta cena es muy importante porque en ella Jesús,como sabía que iba a morir, quiso hacer algo para poder quedarse para siempre con los hombres.
¿ Y cómo hizo ésto ?
Dejándonos LA EUCARISTIA, o sea la COMUNION . Entonces, cada vez que comulgamos, Cristo que está en la hostia, entra en nuestra alma.

EL VIERNES SANTO :

- Después de la última cena, Jesús fué a rezar a un monte que se llamaba de los Olivos y allí lo tomaron preso.
- Después lo interrogaron, lo azotaron, le pusieron una corona de espinas, se burlaron de El y finalmente le clavaron en una cruz y murió.

- ¡ Cuánto habrá sufrido ese día Nuestro Senor! ¿Por qué El, siendo el hijo de Dios, quiso pasar todo este sufrimiento? Sólo por el grandísimo amor que te tiene a ti y a cada uno de los hombres; para perdonarte tus pecados y para que pudieras salvarte.


DOMINGO DE RESURRECCIÓN
- Después de su muerte, Cristo fué sepultado y al tercer día RESUCITÓ. Este domingo de resu-rrección es el día más importante de la Semana Santa, es el día de más alegría para nosotros los católicos.

- ¡ Cristo ha triunfado sobre la muerte! ¿ Y qué logró con ésto ? Abrir de nuevo las puertas del cielo, o sea que al morir, podamos salvarnos y vivir por siempre felices en compañía de Dios.